Bienvenido.

Este es un blog hecho por una cabezota antitecnología, mitad niña, mitad piña, semiadiestrada (que es lo mísmo que decir cavernicolita asalvajada), por supuesto medio bruja, falta de modales y un deshonor a la inversión de mis papás en mi educación porque tengo una orotografía y redacción del terror.

No me juzgues muy duro ni te sientas personalmente aludido, soy perfeccionista pero no es algo que espero perfeccionar.

Con una sonrisa burlona LA CUCA

martes, 17 de mayo de 2016

Comenzando con el pie izquierdo

¿Qué he hecho? ¡Nada!... O casi nada. Desempolvé mis textos de filosofía del lenguaje, epistemología y lógica sólo para descubrir que no son ni medianamente suficientes. Los textos de lógica los he leído un trillón de veces, creo que no recuerdo mucho, pero quizás sí se algo ¡¿Qué?! Ni idea.
Eh pensado últimamente en por qué quiero hace esto, la constancia de esta pregunta me recuerda a una forma de hacer cosas que repito. Cuando me hice mi segundo tatuaje y cuando pensé el primero estaba ahí, cuando empecé la licencia estaba ahí, en mi proceso vocacional religioso estaba ahí, cuándo pensaba en Tailandia, cuando aplico a un trabajo, está ahí. ¿Por qué lo hago? Porque no sé que más hacer, porque quiero un camino, un hogar, dónde desarrollar mis ambiciones. Esto de la maestría no es algo en lo que esté cien por ciento convencida, pero hay pocas cosas en las que estoy bien cimentada.

Parece un esfuerzo desmesurado para algo que no me importa tanto... pero no tengo dinero, no tengo un trabajo bueno, todos los trabajos me consumen más tiempo, son aburridos con pocas satisfacciones, al menos sé estudiar y este estudio, espero, me dará más oportunidades, o quizás me dejará más frustrada por tener un mayor nivel de estudios, y cómo ahora, sólo ser considerada a trabajos por debajo de mis capacidades.

Ahorita me siento consumida por mi actual trabajo, que es estresante, que no me paga bien, que no me alcanza para mis gastos, ni para pagar holgadamente mi maestría en psicoterapia Gestalt, tengo además tarea de la maestría, busco otro trabajo, y me frustro por no poder escribir. Me siento exprimida, tratando de abarcar tanto, tengo que estudiar para ese examen y busco motivación para hacerlo entre tantas otras cosas. ¿Qué temas moverán mi corazón? ¿Qué puedo decir? ¿Puedo acaso decir cualquier cosa? ¡¿Cómo atreverme?! Esta maestría me coloca en el centro de la diana, debo poder liberar mi lengua o me volverán a ensartar entre palabras. 

domingo, 1 de mayo de 2016

Planear la ruta a la maestría

Querido nadie, em... quiero comenzar a escribir sobre mi camino hacia la maestría en lógica, filosofía del lenguaje y de la mente. Así se llama, es una maestría de filosofía, obviamente en la UNAM, en CU. Para ingresar es necesario apruebe un examen de conocimientos de esa especialidad, además debo presentar mi proyecto de tesis que debe ser aprobado. No me siento preparada y tengo poco menos de un año para estar lista, sin contar que en este tiempo necesito trabajar, quisiera avanzar el libro que empecé, estoy estudiando una maestría, y tengo amigos, familia y un novio que necesitan y merecen toda mi atención.  Eso sin contar mis básicos de supervivencia: dormir bien, comer bien, meditar, hacer oración y hacer ejercicio.

Llevo un año fuera de la filosofía, quedamos en muy malos términos y ahora resulta que quiero volverlo a intentar. De nuevo prendo mi cerebro y me muevo hacia la enorme presión y exigencia pensar que necesito aportar algo en filosofía que me resulta imposible de satisfacer como quisiera. Realmente no creo tengo nada que darle a la filosofía, sólo curiosa y quisiera saber...

Quiero escribir semanalmente sobre mis avances a tipo de diario para ir motivando e impulsando mi estudio. ¡Cada semana cuenta! Para esta maestría necesitaré estudiar en filosofía del lenguaje mínimo a Frege, Russell y Wittgentsein. En especial porque lo único que sé de mi tesis es que tiene que ver con las teorías de la argumentación y la formalización, y necesito aprender de los mejores a formalizar, además son los clásicos.

En lógica necesitaré repasar y tener completamente bajo control las lógicas clásicas: en especial la lógica proposicional y cuantificacional. Debo entender su sentido perfectamente y poder hacer deducciones hasta en mis sueños. Necesito estudiar las reglas y memorizarlas. Tengo que estar al corriente de todas las lógicas no clásicas, minimamente conocerlas y cómo funcionan. Además de desempolvar mi tema de las Teorías de la Argumentación y asistir a conferencias, seminarios y cursos que me actualicen. Mi asesor de tesis me sugiere revisemos la teoría de Vanemeren, un comunicóplogo, para que la formalizemos. Además tengo miedo de que esta experiencia resulte tan frustrante, cansada y deprimente como fue la licenciatura en filosofía. ¿Me estaré haciendo daño con volverlo a intentar? ¿Podré disfrutar esta maestría? ¿Vale la pena? ¿La acabaré? ¡Es otra tesis más! (todos saben que la tesis son del infierno).

Mi verdadera pregunta filosófica ahora es: ¿Por qué formalizar? Saúl, mi mejor amigo, me dijo que si leo a Papas, Gadamer, Ricoeur, etc., veré que mis deseos de formalizar son fútiles, aunque así parezca para el pensamiento contemporáneo que aborrece la estructura y las reglas, a mi me gusta formalizar, es como un juego, pero aún no sé de su relevancia y actualidad para el pensamiento filosófico de hoy en día, ni de sus efectos prácticos... espero que eso se vaya aclarando con mis lecturas. Espero que atendiendo a la discusión de varios autores encuentre las voces que me ayuden a clarificar la propia.

Tendré que acercarme también a algunos manuales y libros más generales sobre los temas, sólo para poder tener una visión más panorámica y unitaria sobre la especialidad que quiero cumplir. Sobre lógica de la mente no me preocupo tanto, sé que podré dejarlo para el final. Creo que si mis conocimientos son suficientes sobre lo otro, tendré una oportunidad mejor aunque mis conocimientos sobre la filosofía de la mente sean mediocres.

Quizás una entrada del blog futura debiera ser aclarar el por qué unir lógica, filosofía del lenguaje y filosofía de la mente: ¿Cuál es la problemática que las abarca y cuál su relevancia actual?
Todo tema de tesis exige presentar la relevancia que tiene la investigación para la disciplina, en este caso la filosofía, y el impacto que se pretende para resolver problemáticas actuales de la sociedad y el mundo.


Una de mis grandes ventajas para esta maestría, es que actualmente estoy comenzando a estudiar mi maestría de psicoterápia Gestalt, y esto ya me ha ido ayudando a poner mi problemática personal bajo una metodología más eficiente para resolverla: el Enfoque Centrado en la Persona y la Gestalt. Espero estas herramientas me ayuden a seguir trabajando en mi problema: "No puedo hablar", que también implica, no me gusta argumentar, no me puedo expresar correctamente, no traduzco lo que pienso en morfemas y no tengo una postura clara sobre casi nada, y de lo que sí la tengo, no la expreso. Es irónico que no pueda hablar y ésta sea la especialidad que escojo, pero espero que la tercera fuerza de la psicología: el humanismo, me permita ser una mejor filósofa, y la filosofía me permita hablar, y descubrir qué quiero decir, qué vale la pena que yo argumente y me saque la guerrera interna que está dispuesta a defender  mi vozy hablar la verdad.

Este está por convertirse en un blog muy aburrido para las personas que no les guste la filosofía, pero si necesitan asistencia sobre los temas de filosofía del lenguaje, filosofía de la mente y lógica, me pueden preguntar, saben que estaré investigando y les daré la respuesta que puede dar una especialista en el tema.

Saludos y que comience el temible viaje contra reloj.




lunes, 23 de marzo de 2015

Mis maestros y sus cachetadas de humildad.


En la tarde empecé a escribir esta entrada. El motivo: la urgente necesidad de encontrar a un guía espiritual. Y empecé así:


Queridos todos, ando en búsqueda de un guía espiritual.

La expresión “camino espiritual” no está muy alejada de la realidad. Me imagino literalmente caminando en mis búsquedas, con constancia, errando, atorándome, deteniéndome, resistente a caminar, a veces cansada, a veces con mucho entusiasmo, tramos fáciles, tramos difíciles, algunos momentos acompañada, algunos sintiéndome sola, cambiando de rumbo, con miedo, con confianza o con alegría. A veces me he sentido guiada, a veces me ha bastado mi intuición, a veces he estado perdida creyendo que conozco el camino sin querer consejos o direcciones y a veces he sabido exactamente qué hacer.
            No es la primera vez que me siento confundida y necesitando un guía espiritual. Pero esta vez siento que lo necesito con mayor fuerza. Mientras más avanzo más importante es estar orientada y más peligrosos los errores. Creemos que las ideas no pueden dañarnos, que el camino espiritual es solo una metáfora de un conjunto de creencias, pero no es así. El camino espiritual es la práctica que crea el habito que crea lo que somos, es también las creencias e ideas que aceptamos, es lo que constituye nuestro mundo, lo que es real, lo que es posible y lo imposible. Condiciona todo lo que vemos, sentimos, pensamos y nuestras relaciones con Dios y con los demás. El camino espiritual implica orientar lo que soy hoy hacia una continua evolución ciertamente incierta, pues no podemos saber con certeza a dónde hemos de ir, aunque podamos imaginar un destino prefijado.
Creamos una fantasía de movernos hacía una mayor felicidad y encuentro con Dios, como esto sea, y la fantasía es el impulso que va logrando se cumplan las maravillosas expectativas que no se pudieron soñar. Caminamos hacia la plenitud; eso hacemos los que tenemos una vida interior y espiritual: Crecer para ser algo mejor, más feliz, más amorosa, más libre, más plena… Otros caminos, caminos hacia ser más ricos, más inteligentes, tener más éxito o más placer, tendrán sus retos y sus riesgos, pero los riesgos del camino espiritual son aún mayores. En otros caminos se busca manipular lo exterior, en el camino espiritual se manipula y juega con la propia persona y la concepción de la vida y el mundo, y eso es sumamente delicado. Creer que no hay riesgos es estúpido: pensar que sólo la muerte, como el suicidio causado por la desesperanza, es el mayor peligro de perder el camino espiritual, debiera activar una alarma de falta de imaginación. Las cosas pueden ser mucho peores.
En el budismo llegan a hablar de prácticas que pueden elevar a un ser casi como deidad, pero como son prácticas con cierta carga “kármika”, esa pseudo-deidad caerá a lo más profundo de los infiernos después de miles de años de nirvana. Son malas prácticas con consecuencias graves. La meditación que se nutre de ego, que se eleva por sí misma cae, porque el ego no tiene la potencia para elevar eternamente a ningún sujeto.  
            No creo tener ese preciso problema por el momento, pero sí veo riesgos. ¿Les parece poco el perder la cabeza? A mí no. A veces siento que me volveré loca, que mi cerebro no va a resistir la tensión que le pongo y mi mente se va a desconectar. He crecido, pero en este punto no quiero errar el camino. Sé que otros han caminado este camino, que han llegado muy lejos, pero dónde están los que hoy lo han caminado. Para ser honesta, y mostrando toda la capacidad de mi orgullo, no sé a quién recurrir. He tenido muy buenos acompañantes espirituales, pero ninguno de ellos me puede ayudar ahora. En sánscrito la palabra es kalyanamitra, la palabra refiere a una persona que ha caminado el camino, que va delante de ti, que es cercano como tu amigo.
El asunto es que sigo creciendo, y los que fueron mis kalyanamitras han quedado detrás…

Me quedé un párrafo más escribiendo, frustrada. Sí me di cuenta que empezaba a enredarme en mi enorme ego creyendo que nadie podría ayudarme más que un verdadero santo: “¡porque soy una practicante taaan avanzada, ¡bueno! casi una iluminada, una santa…!” Entonces dejé el teclado, noté la enfermedad, pero mi mente siguió por ese camino tratando de no dar evidencias de mi imperfección, de mi cara fea, de mi deformidad en donde alguien más pudiera verla.

En la noche entre en oración como todas las noches, esperando al menos un consuelo en mi confusión y mi agitación interna, un descanso. Y saqué la bitácora después de un rato para consultar con el maestro. – Rabbi-, comencé a escribir, y la cachetada espiritual no se hizo esperar. Me acorde de estas palabras, más o menos, “Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos, dice el Señor. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos.(Is. 55, 7-9)

Los maestros espirituales ahí están, mi maestro, mi rabbi, está presente. Los maestros no se van, no nos dejan, y eso no es una metáfora, es una bendición factual. Tanto así que el punto en el que estoy es por mi rabbi. La fuerza y la dirección la recibo también de él, y esta vez de todo mi consejo de maestros. A través de mi maestro Anselm Grün en el libro Los padres del desierto, he tenido la fortuna de conocer al padre Evagrio. Él me enseñó cómo luchar con los demonios internos, cómo luchar contra los pensamientos destructores. El asunto es luchar, no dejarse vencer creyendo que uno es víctima de todo lo que le pasa en la cabeza. Puedo dejar que los pensamientos vengan y analizar a dónde me llevan, y luego de comprender esto, desechar los que no me sirven, ya no necesito mirarlos, sólo mantenerlos fuera. Donde hay odio hay también amor, dónde hay miedo hay también confianza, yo elijo dónde colocarme y nutro lo que quiero tener. En vez de rendirme al miedo, nutro mi confianza. Las jaculatorias son excelentes armas para estas batallas. Así que, siguiendo su consejo, realice mi jaculatoria, y saqué un montón de ideas que me ayudarían a vencer.

Al final recibí mi cachetada espiritual, incluso mi abuelo se sonreía desde el marco en la pared cuando puse el dedo en el verdadero problema: mi soberbia, mi orgullo. Mis maestros son muchos, de carne y de espíritu. Mis maestros me enseñan la lección de humildad, tarea que parece para mí maratónica, pues oscilo entre la autoestima herida y el ego hinchado, creyéndome más o creyéndome menos. Tengo un problema de ubicación. Me ponen de rodillas, pues deseo seguir a mi rabbi, y mis capacidades, descubrimientos y crecimiento me nublan, y “quien no tiene humildad, no puede tener tampoco a Dios”. Me corrigen a bofetones cuando no quiero escuchar, pero soy tan necia que sólo así parezco entender. Gracias a todos mis kalyanamitras que me guían de tantas maneras, venciendo mis resistencias en distintas voces, voces de espíritu divino. Por todo gracias.



viernes, 20 de marzo de 2015

Estoy aquí.


Pensé que había una verdad detrás de un velo invisible que bloqueaba mi vista y el cual no podía siquiera ver. Yo pensé y esperaba que llegara el día en que todo fuera claro y prístino, y lo que vieran entonces mis ojos fuera… fuera diferente de lo que veo ahora, como si entonces pudiera ver colores, sombras, brochazos de luz; casi el sentido de la vida en movimiento frente a mí, puesto y repartido en todos los objetos y personas que me rodean. Estaba dispuesta a empeñar todo lo que tengo ahora, así como todo lo que tuve y tendré, por el medio para obtener la certeza de que al final lo lograría, que al final comprendería y que mi sacrificio tendría sentido: Habría ganado ver y ser parte de La Verdad. Creía que un día entendería La Verdad, que caería el velo y entonces ya no habría para mí más miedo, más incertidumbre, más confusión, ni nada de lo que constantemente me atormenta. Pensé que ganaría con mi esfuerzo aceptarlo todo, comprenderlo todo, aceptar mi destino, mi persona, a los demás, conseguir un estado inalterable, perfecto, final, estado búdico de bienestar, mística santa y completa comprensión.



                Ya no espero más que caiga un velo, ya no creo hay un velo, ya no creo esté separada y dividida lejos de místicos y santos. Ahora hay una preeminencia de lo inmanente; detrás de la señora que pide dinero, no veo el sentido de su pobreza, veo a la señora que pide dinero, detrás del joven que estudia, no veo el sentido de su esfuerzo, sólo veo al joven que estudia, detrás de la muerte no veo el sentido, veo la muerte, y detrás del nacimiento, no veo el sentido, veo el nacimiento. El trascendente existe, sí, cocido a tierra, presente, con facilidad de preguntarle con una sonrisa ¿Y tú cómo estás? y que responda millones de cosas diferentes en millones de bocas de personas y en imágenes de objetos y animales.  Tal vez el velo que debía caer era la creencia del velo, era este pensamiento fantástico en el que gustaba fugarme. Me evadía, ahora mi mundo está hecho moronas y veo las moronas, y me parece que son buenas, pero son moronas también.

Si fue un velo que cayó, se me fue resbalando por los años y ni me di cuenta, quizás era más como una telaraña enredada en mis pestañas y mi mente, ni siquiera muy enredada.

Quiero estar aquí, presente, viendo. Trascendente o inmanente quiero estar aquí, en este momento, porque aquí estoy, no en otros mundos, no en otros estados de conciencia. Estoy aquí, y aquí quiero estar. No sé qué significa estar aquí, ni qué es aquí, quizás mañana las cosas sean distintas y vea distinto, y entienda otras cosas, pero hoy es claro y prístino: estoy aquí. No es esto un sueño del que debo despertar, no es esto un laberinto del que debo escaparme, no es esto una mentira que esconde una verdad profunda… Estoy aquí, eso hay, aquí parece ser que me gusta mucho, estoy aquí, aquí quiero estar.


    




Estoy contenta, estoy triste, y estoy ahorita respirando y disfrutando del fresco día lluvioso. ¿Cómo estás? Estoy contenta, estoy triste, y ahorita respirando y disfrutando del fresco día lluvioso.

miércoles, 7 de enero de 2015

Los lenguajes de Dios

El sermón de Gari este domingo fue uno bueno. Dijo que Kepler había observado una gran estrella conformada por Júpiter, Saturno y la constelación de Piscis. Esa gran unión de estrellas quizás fue la estrella que en el año 6 antes de Cristo pudo haber guiado a los reyes al pesebre de Jesús. Finalmente, Júpiter, es el astro rey, Saturno, el planeta que representa a Palestina y la constelación de Piscis, la constelación del mesías. Dijo después que no tenía nada de escandalizante el pensar que la ciencia y la tradición coincidan. Gari dijo que Dios habla los lenguajes que los hombres pueden entender, que aún hoy Dios nos habla en nuestros lenguajes, por medio de las personas y la causalidad de los sucesos. Aunque para escuchar lo que Dios nos dice es necesario creer.

                No creo que Gari supiera lo esotérico de su sermón, sin embargo, a mi me pareció muy adecuado y muy contundente. Justo mientras escuchaba las lecturas de misa sentada atrás con mi perro, pensaba en la pregunta que constantemente me hago y le hago a Dios: “¿Qué quieres de mí?”. Y cómo me respondió mi madre cuando se lo comentaba en la tarde, yo también pensé que la respuesta era obvia: “Quiero que seas feliz”. Y justo ese es el problema, esa no es la respuesta que quiero, porque cuando pregunto “¿Qué quieres de mí?” espero algo más específico. Y llevo esperando la respuesta de Dios desde hace tiempo, con una sincera disposición a obedecer en cuanto la respuesta se haga evidente, obedecer sin importar los costos ni las condiciones. ¡Qué conveniente para mí! Puedo no hacer nada por mis hermanos ni por nadie mientras Dios no abra el cielo y me diga de un grito de qué forma quiere que yo sirva y funcione. No, la pregunta, pensé entonces, es: “¿Cómo le vamos a hacer? ¿Cómo vamos a armar el plan de mi propio proyecto de felicidad para que encaje en tu plan de la felicidad de muchos más? ¿Cómo puedo ubicarme en el mundo por mí y por los demás? ¿Cuál es la mejor forma de armar este rompecabezas?” Es una pregunta más complicada, pero es la pregunta correcta, la que corresponde. Lo que estaba detrás de la pregunta ¿qué quieres de mí?, era le necesidad de responderle: “manda, que no importa lo que desees yo lo haré”. Esa parte ya está, ahora es momento de ejecutar, o al menos planear cómo ejecutar mis promesas.
             
  Dios ha respondido y yo también, al menos la primera pregunta, pero queda ahora la segunda a la que me confío a su inspiración. Tengo mucho miedo, me solté a no buscar armar yo mi vida y mis seguridades, a no buscar cómo hacerme del dinero, de la belleza, del poder y la fama necesarias para tener una vida satisfactoria, a no buscar planear sola y mejor aventurarme a entrar al plan de Dios, donde nadie sale victorioso completamente, donde por más que se barra el sufrimiento y el sin sentido, siempre queda algo, no se puede vencer completamente. Tengo miedo, parece que ya estoy pagando el costo, ¿cómo se mantiene a una familia siguiendo a Cristo? ¿Qué explicaciones voy a dar a mi pareja cuando no tenga dinero para mí, ni para él ni para nadie? El costo puede ser demasiado alto y aún así no renuncio a mi nueva resolución.

Comparto que estoy en este discernimiento de entender cómo colocar las piezas que Dios me dio: mis capacidades, mis habilidades, mis deseos y mis sueños. No le encuentro aún la forma al rompecabezas- ¿cómo puedo compartir lo que soy?, ¿cómo puedo servir con lo que soy?. Mis talentos especiales son escribir, meditar, el silencio, la contemplación, la disciplina y el autoconocimiento, habilidades sociales tengo muy pocas, y menos deseos de incrementarlas. Soy una amante devota, pero con una atención limitada a pocos, a mis mejores amigos, a mi familia y sobre todo a mi pareja, no puedo construir relaciones "express", ni sentirme cómoda con personas que recién conozco, ni siquiera sé hablar... ¿Cómo le vamos a hacer, señor? ¿Cómo trazar este plan? Habla con mis lenguajes que estaré atenta.

Me siento angustiada, entro en los terrenos peligrosos del discernimiento con trampas de todo tipo que pueden amenazar hasta lo ya ganado, que es la respuesta a la primera pregunta, el entendimiento de que lo que persigo primero es mi propia felicidad para no hacer de mí vida un triste martirio. No quiero perder nada, pero debo comprender qué sacrificios son posibles y cuáles impensables. Definitivamente pondré todas mis ganas en armar mi vida pero espero que Tú también te hagas responsable, porque Tú puedes ver con amplitud y estoy segura harás un poco de trampa para que yo no tropiece y pueda encontrar con velocidad cómo encajar este rompecabezas.

viernes, 21 de noviembre de 2014

El demonio al acecho de mi felicidad.

Querido, adorable y traumático blog, déjame contarte lo que me pasa por la cabeza, el corazón y el cuerpo. Tengo miedo, lo intento echar fuera de mí. Sabrás o no sabrás de mis ataques de pánico y angustia, y están justificados, pues son productos de una mayor consciencia de la vida y la muerte y de una mente desordenada que ante lo desconocido se encoge y se duele. Mi amigo Saúl me dice que ponga atención más que al miedo al momento en el que surge, y esa herramienta me ha hecho gran bien, pues lo trascendente se mueve por algo más inmanente y corpóreo, a la vez que por un deseo esperanzador. Me mueve hoy este miedo al descubrir que amo a una persona profundamente pero que no es mi lo ideal como yo creía que debería ser, una persona con la que quiero estar pero que no cumple toda la lista de cosas de atributos perfectos a pesar de que cumple los tres principales de mi vida. Me mueve hoy amarlo y saber que con él puedo y quiero ser libre, que él no tiene que ser mi vida ni yo la suya, que mi vida no tiene que tratarse de él, que puedo amar y querer a mis amigos y familia, que mis relaciones sociales quiero sigan creciendo y fortaleciéndose, que quiero ser feliz con o sin él, que soy capaz de tener mi propia vida sin depender emocionalmente de él y que puedo amarlo como yo bien sé amar: loca, intensa y profundamente. ¿Y me pregunto cómo es eso? ¿¡Cómo puedo amar sin estar atada?! ¿¡Qué me puede pasar tomando ese camino?!

También me mueve el corazón el término de mi tesis y el comienzo de la posibilidad de vivir de lo que más amo en la vida: escribir, el deseo enorme de luchar por eso, de aferrarme a mi arte y a mi forma de expresión. De manifestar quién soy y ponerlo ahí donde otros pueden hacerme pedazos, presentarme vulnerable y abrirme a que me hieran de manera tan estúpida y evidente. Y me pregunto ¿Cómo será eso? ¿Acaso seré suficiente?, ¿podré? ¿Soy lo que presumo? ¿El rechazo lo sentiré como si fuera a mi persona?

He cosechado tanto este año y la imperante necesidad de volver a echar semilla en mi campo espiritual está aquí, ya, tocando. Terminé un ciclo, terminé un duro invierno, crecí, soy más grande, alcanzo más, quiero volar y ahora veo que cuando esto surge, surge el miedo también. ¡Qué miedo tengo a ser libre, a ser feliz! Qué tal que me declaro feliz y que al declarar el fin del invierno vuelvo a caer en un temporal peor, ¿acaso podría con la desilusión? A veces pienso que si me vuelvo a deprimir con el mismo tema no lo voy a soportar, creo que si mi camino espiritual me lleva por una depresión semejante será porque la naturaleza de las cosas es triste y desoladora, será que en efecto somos esa coma mal puesta, y el origen de todo y el final de todo es deprimente y sin sentido, todo es vano, es inútil. Mientras escribo esto siento el dolor que me quema tantas veces, ya no estoy deprimida, pero la cicatriz queda y duele, y a veces no la soporto. Ya no estoy deprimida, la depresión fue vivir, desayunar, comer, cenar, dormir, reír, respirar, trabajar ese dolor todo el tiempo, sin descanso, luchando contra él. Otras cosas vinieron para quitarle al dolor el protagonismo, pero el dolor no se ha ido, lo tengo ahí y le tengo mucho miedo, y por él le temo a la felicidad y a la libertad, no valla ser que mi buena fortuna y mi alegría sea un aire optimista e infantil, no valla ser que mi avance espiritual me lleve a estar de frente y plantear como una verdad innegable el dolor de la soledad, el sin sentido, el vacío, la tristeza, la inimportancia y para acabarla de terminar, que corte también todo tipo de placer, el deseo y la alegría que trae la música, el arte, los besos, las caricias, la comida, los paisajes, las amistades, las fiestas, las películas…

Me llama la atención, así de grande es mi miedo a mi libertad y mi felicidad, tan grande que el buscar perseguirlas trae demonios temibles que me dicen que si sigo ese camino me espera sólo un dolor conocido a lo desconocido. Surge el demonio terrible diciendo que no debo moverme, que no seré libre, que no seré feliz, que son crueles espejismos, que si sigo adelante sólo quedarán desilusiones, que si sigo adelante me perderé. Temo que así sea, temo no poder regresar de la locura del dolor, temo ese sea mi destino y el de toda la humanidad.

Demonio, yo te conozco por tu nombre, te llamas duda, te llamas mal, te llamas miedo, te llamas autoestima herida, te llamas ignorancia, te llamas estupidez, te llamo enemigo interno, genética torcida, experiencia obsoleta, desesperanza, infidelidad. Yo te conozco, y habiéndote reconocido te digo que no tienes poder sobre mí, que podrás acompañarme pero no detenerme y aún si me acompañas tus días están contados porque yo seguiré entrenando para eliminarte, porque yo seguiré fiel en la duda, porque no me soltaré ni me soltará aquel al que pertenezco, porque yo decido. Con mi miedo puedes hacer mucho, con mi incertidumbre y mi inseguridad, pero ante mi voluntad no puedes nada.

domingo, 5 de octubre de 2014

Amores de Sacristía

Como saben, y si no lo saben, me muevo en un mundo totalmente religioso. Mi vida es Cristo, así lo decidí, así lo he vivido. Mi madre es teóloga, mi abuelo lo era también, además de un hombre de muy evangélico, mi abuela era una fanática religiosa, mi padre, un ateo converso y un científico loco, mi hermana se casa en dos meses con un pasado misionero del Espíritu Santo. Mis hermanas y mi madre trabajan en escuelas católicas, aunque diferentes. Aún así, soy yo la que más se mueve en este mundo. Por muchos años, si no es que la mitad de mi infancia y toda mi adolescencia y comienzo de edad joven-adulta (¡hace apenas un par de años!) creí que sería religiosa- primero pensé en la vida activa y después me incliné a la clausura.-

He recibido acompañamiento vocacional por años, incluso he vivido en monasterios. Trabajo enseñando meditación y contemplación, he recibido instrucciones de varios y grandes maestros. Hablo el lenguaje religioso con fluidez desde muy pequeña, incluido lenguajes religiosos budistas y un poco menos fluido, hinduistas. Trabajo con religiosos las 24 horas del día, los hombres y mujeres consagrados a Dios y a los otros son mi pan de cada día. Es obvio y natural que la historia de mis amores, sean de amores de sacristía.

He tenido novios que no han sido del ámbito religioso. Más bien, he tenido UN novio que no fue del ámbito religioso, pero mis amores están vestidos de hábitos o muy cerca de eso. Me gusta lo que me gusta. Sé que no puedo tener una vida de pareja satisfactoria mientras lo que veo son hombres religiosos consagrados. Anhelo lo que veo, sin embargo, quizás no saben de lo doloroso que es amar a un sacerdote o a un novicio, o semejantes. Pareciera que soy una trastornada persecutora de amores imposibles, amante de lo prohibido, pero es más que nada que estoy donde quiero estar, con las personas con las que quiero estar, haciendo lo que hacemos... Con estas personas me siento cómoda, me siento yo, podemos hablar y compartir.

¡Cómo he padecido estos dilemas! ¡Me da ganas de maldecir a la iglesia por hacerme esto, por hacernos esto! Colocan yugos imposibles de cargar que no quieren cargar ni con un dedo.
He acompañado amores en sus búsquedas de Dios, en sus deseos de servir, de seguir con mayor fidelidad a Cristo y a la Iglesia, en sus conflictos personales, sus demonios... Me he sentido acompañada, abrazada y acogida también. Hoy estoy metafórica y literalmente en la sacristía sin saber cómo reclamar consuelo por mis propias necedades de fijarme y enamorarme del mismo perfil. Hoy estoy ubicada en la imposibilidad de obtener lo que me gustaría del hombre que quiero.

Me siento identificada con su deseo de poner algo más grande antes que los intereses egoístas, y centrar la vida en Cristo antes que en una persona, situación o cosa. Así soy yo también, así somos, así me gusta. Y la cosa es eso, que me gusta. Lo que pasa es que quiero, quiero expresar mi cariño de muchas maneras, con besos, con caricias, con abrazos, con palabras. Quiero compartir mi amor con otras personas, quiero gritar que esa persona es mi pareja. Quiero recibir el reconocimiento por haberlo acompañado en la sombra y la desesperanza, por sostenerlo en los momentos en los que no se podía parar con sus propias piernas. Quiero tener la dignidad que tienen todas las personas que aman y son amadas. Quiero poder hacer en público esos pequeños detalles como arreglarle la camisa y decirle que se tome su pastilla. Quiero besarle la oreja y decirle que lo amo al oído. Quiero poder darle un beso sin que implique empezar algo que no podemos continuar ni vivir sin traicionar promesas, sin traicionar confianzas, sin romper expectativas. Quiero poder seguir los movimientos de mis sentimientos, que son de amor y de alegría, quiero seguirlos a donde me lleven, llevándome cada día a amarlo más, a cuidarlo más, a expresarle mi cariño y proyectar la vida juntos, porque queremos lo mismo, porque nos ubicamos en el mismo punto. Quiero que se reconozca mi amor, quiero que se mire como mi misión evangélica el sostener al otro, construir comunidades y relaciones que presenten un apoyo en los momentos difíciles y una compañía en los alegres. Quiero que se sepa que esta fuerza de amar es de Dios, que esta relación crece y se fortifica porque ha nacido de una raíz firme: Jesús. Quiero no tener que pelearme con impedimentos de ese tipo, ¡El amor ya tiene de por sí demasiados retos y cuestas que son difíciles de afrontar!

 
Los amores de sacristía duelen. Son conexiones que pocas personas logran en su vida, son verdaderas relaciones de amor, libertad y amistad. Pero no se puede tener una relación de ningún tipo escondidow en un closet, escondidos en un ámbito de tu vida. Imposible mantener un amor truncado donde no puedas tocar, besar o decir. Duelen muchísimo, ¡me duele mucho!
¡Qué pobres interpretaciones hemos hecho en el catolicismo para justificar una forma de vida que no es natural! ¿¡Cómo hemos podido hacer una regla tan rígida que limite el amor y sus expresiones!? ¿¡Cómo hemos podido condenar a hombres y mujeres a un aislamiento semejante?! ¿Por qué miramos como hombres y mujeres religiosos se empoderan por falta de amor y de comprensión? ¿¡Cómo permitimos esto?! Exigimos un adormecimiento del cuerpo de los religiosos, que exigen a su vez, en venganza, este mismo adormecimiento a sus fieles. Porque es necesario tener el cuerpo dormido y desconectado para no contactar con lo que clama. No estoy en contra del ascetismo, de la abstinencia o del celibato, aunque creo es una vocación verdadera poco común. Estoy en contra de la rigidez de la estructura que pervierte, de este rigor que muchas veces es más represión que opción. De la exigencia de dormir el cuerpo, de separarse para evitar "pecar", evitar contactar con los deseos. Esto corta la vida, la potencia humana.

Yo he estado en esta situación de correspondencia de sentimientos en la vida religiosa en un par de ocasiones. No deseo que ningún religioso, ni ellos, ni yo, cambiemos de rumbo. Reconozco su profunda vocación así como la mía. Nuestra orientación espiritual, nuestra entrega total, nos hace bien. Nuestros ojos están enfocados en una misma meta, nuestro proyecto de vida es un compromiso profundo al evangelio, ¿por qué tengo que callar lo que siento? ¿Por qué tengo que mirar a otro lado cuando busco amor de pareja si el compromiso al evangelio es mi condición sine qua non para compartir lo más íntimo de mi vida? ¿Por qué tengo que renunciar a las personas que me comprenden y pueden acompañarme? ¿Por qué la vida religiosa incluye esta triste frustración? ¿Por qué sólo se puede ser pleno a escondidas, como si uno pecara por amar?


"Es una pena que sea pecado y que el pecado me mire así"