Querido, adorable y traumático
blog, déjame contarte lo que me pasa por la cabeza, el corazón y el cuerpo.
Tengo miedo, lo intento echar fuera de mí. Sabrás o no sabrás de mis ataques de
pánico y angustia, y están justificados, pues son productos de una mayor
consciencia de la vida y la muerte y de una mente desordenada que ante lo desconocido
se encoge y se duele. Mi amigo Saúl me dice que ponga atención más que al miedo
al momento en el que surge, y esa herramienta me ha hecho gran bien, pues lo
trascendente se mueve por algo más inmanente y corpóreo, a la vez que por un
deseo esperanzador. Me mueve hoy este miedo al descubrir que amo a una persona
profundamente pero que no es mi lo ideal como yo creía que debería ser, una
persona con la que quiero estar pero que no cumple toda la lista de cosas de
atributos perfectos a pesar de que cumple los tres principales de mi vida. Me
mueve hoy amarlo y saber que con él puedo y quiero ser libre, que él no tiene
que ser mi vida ni yo la suya, que mi vida no tiene que tratarse de él, que
puedo amar y querer a mis amigos y familia, que mis relaciones sociales quiero
sigan creciendo y fortaleciéndose, que quiero ser feliz con o sin él, que soy
capaz de tener mi propia vida sin depender emocionalmente de él y que puedo amarlo
como yo bien sé amar: loca, intensa y profundamente. ¿Y me pregunto cómo es eso?
¿¡Cómo puedo amar sin estar atada?! ¿¡Qué me puede pasar tomando ese camino?!
También me
mueve el corazón el término de mi tesis y el comienzo de la posibilidad de vivir
de lo que más amo en la vida: escribir, el deseo enorme de luchar por eso, de
aferrarme a mi arte y a mi forma de expresión. De manifestar quién soy y
ponerlo ahí donde otros pueden hacerme pedazos, presentarme vulnerable y abrirme
a que me hieran de manera tan estúpida y evidente. Y me pregunto ¿Cómo será eso? ¿Acaso seré
suficiente?, ¿podré? ¿Soy lo que presumo? ¿El rechazo lo sentiré como si fuera a
mi persona?
He cosechado
tanto este año y la imperante necesidad de volver a echar semilla en mi campo
espiritual está aquí, ya, tocando. Terminé un ciclo, terminé un duro invierno,
crecí, soy más grande, alcanzo más, quiero volar y ahora veo que cuando esto
surge, surge el miedo también. ¡Qué miedo tengo a ser libre, a ser feliz! Qué
tal que me declaro feliz y que al declarar el fin del invierno vuelvo a caer en
un temporal peor, ¿acaso podría con la desilusión? A veces pienso que si me
vuelvo a deprimir con el mismo tema no lo voy a soportar, creo que si mi camino
espiritual me lleva por una depresión semejante será porque la naturaleza de
las cosas es triste y desoladora, será que en efecto somos esa coma mal puesta,
y el origen de todo y el final de todo es deprimente y sin sentido, todo es
vano, es inútil. Mientras escribo esto siento el dolor que me quema tantas
veces, ya no estoy deprimida, pero la cicatriz queda y duele, y a veces no la
soporto. Ya no estoy deprimida, la depresión fue vivir, desayunar, comer,
cenar, dormir, reír, respirar, trabajar ese dolor todo el tiempo, sin descanso,
luchando contra él. Otras cosas vinieron para quitarle al dolor el
protagonismo, pero el dolor no se ha ido, lo tengo ahí y le tengo mucho miedo,
y por él le temo a la felicidad y a la libertad, no valla ser que mi buena fortuna
y mi alegría sea un aire optimista e infantil, no valla ser que mi avance
espiritual me lleve a estar de frente y plantear como una verdad innegable el
dolor de la soledad, el sin sentido, el vacío, la tristeza, la inimportancia y
para acabarla de terminar, que corte también todo tipo de placer, el deseo y la
alegría que trae la música, el arte, los besos, las caricias, la comida, los
paisajes, las amistades, las fiestas, las películas…
Me llama la
atención, así de grande es mi miedo a mi libertad y mi felicidad, tan grande
que el buscar perseguirlas trae demonios temibles que me dicen que si sigo ese
camino me espera sólo un dolor conocido a lo desconocido. Surge el demonio
terrible diciendo que no debo moverme, que no seré libre, que no seré feliz,
que son crueles espejismos, que si sigo adelante sólo quedarán desilusiones,
que si sigo adelante me perderé. Temo que así sea, temo no poder regresar de la
locura del dolor, temo ese sea mi destino y el de toda la humanidad.
Demonio, yo te
conozco por tu nombre, te llamas duda, te llamas mal, te llamas miedo, te
llamas autoestima herida, te llamas ignorancia, te llamas estupidez, te llamo
enemigo interno, genética torcida, experiencia obsoleta, desesperanza,
infidelidad. Yo te conozco, y habiéndote reconocido te digo que no tienes poder
sobre mí, que podrás acompañarme pero no detenerme y aún si me acompañas tus
días están contados porque yo seguiré entrenando para eliminarte, porque yo
seguiré fiel en la duda, porque no me soltaré ni me soltará aquel al que pertenezco,
porque yo decido. Con mi miedo puedes hacer mucho, con mi incertidumbre y mi
inseguridad, pero ante mi voluntad no puedes nada.
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