Bienvenido.

Este es un blog hecho por una cabezota antitecnología, mitad niña, mitad piña, semiadiestrada (que es lo mísmo que decir cavernicolita asalvajada), por supuesto medio bruja, falta de modales y un deshonor a la inversión de mis papás en mi educación porque tengo una orotografía y redacción del terror.

No me juzgues muy duro ni te sientas personalmente aludido, soy perfeccionista pero no es algo que espero perfeccionar.

Con una sonrisa burlona LA CUCA

lunes, 23 de marzo de 2015

Mis maestros y sus cachetadas de humildad.


En la tarde empecé a escribir esta entrada. El motivo: la urgente necesidad de encontrar a un guía espiritual. Y empecé así:


Queridos todos, ando en búsqueda de un guía espiritual.

La expresión “camino espiritual” no está muy alejada de la realidad. Me imagino literalmente caminando en mis búsquedas, con constancia, errando, atorándome, deteniéndome, resistente a caminar, a veces cansada, a veces con mucho entusiasmo, tramos fáciles, tramos difíciles, algunos momentos acompañada, algunos sintiéndome sola, cambiando de rumbo, con miedo, con confianza o con alegría. A veces me he sentido guiada, a veces me ha bastado mi intuición, a veces he estado perdida creyendo que conozco el camino sin querer consejos o direcciones y a veces he sabido exactamente qué hacer.
            No es la primera vez que me siento confundida y necesitando un guía espiritual. Pero esta vez siento que lo necesito con mayor fuerza. Mientras más avanzo más importante es estar orientada y más peligrosos los errores. Creemos que las ideas no pueden dañarnos, que el camino espiritual es solo una metáfora de un conjunto de creencias, pero no es así. El camino espiritual es la práctica que crea el habito que crea lo que somos, es también las creencias e ideas que aceptamos, es lo que constituye nuestro mundo, lo que es real, lo que es posible y lo imposible. Condiciona todo lo que vemos, sentimos, pensamos y nuestras relaciones con Dios y con los demás. El camino espiritual implica orientar lo que soy hoy hacia una continua evolución ciertamente incierta, pues no podemos saber con certeza a dónde hemos de ir, aunque podamos imaginar un destino prefijado.
Creamos una fantasía de movernos hacía una mayor felicidad y encuentro con Dios, como esto sea, y la fantasía es el impulso que va logrando se cumplan las maravillosas expectativas que no se pudieron soñar. Caminamos hacia la plenitud; eso hacemos los que tenemos una vida interior y espiritual: Crecer para ser algo mejor, más feliz, más amorosa, más libre, más plena… Otros caminos, caminos hacia ser más ricos, más inteligentes, tener más éxito o más placer, tendrán sus retos y sus riesgos, pero los riesgos del camino espiritual son aún mayores. En otros caminos se busca manipular lo exterior, en el camino espiritual se manipula y juega con la propia persona y la concepción de la vida y el mundo, y eso es sumamente delicado. Creer que no hay riesgos es estúpido: pensar que sólo la muerte, como el suicidio causado por la desesperanza, es el mayor peligro de perder el camino espiritual, debiera activar una alarma de falta de imaginación. Las cosas pueden ser mucho peores.
En el budismo llegan a hablar de prácticas que pueden elevar a un ser casi como deidad, pero como son prácticas con cierta carga “kármika”, esa pseudo-deidad caerá a lo más profundo de los infiernos después de miles de años de nirvana. Son malas prácticas con consecuencias graves. La meditación que se nutre de ego, que se eleva por sí misma cae, porque el ego no tiene la potencia para elevar eternamente a ningún sujeto.  
            No creo tener ese preciso problema por el momento, pero sí veo riesgos. ¿Les parece poco el perder la cabeza? A mí no. A veces siento que me volveré loca, que mi cerebro no va a resistir la tensión que le pongo y mi mente se va a desconectar. He crecido, pero en este punto no quiero errar el camino. Sé que otros han caminado este camino, que han llegado muy lejos, pero dónde están los que hoy lo han caminado. Para ser honesta, y mostrando toda la capacidad de mi orgullo, no sé a quién recurrir. He tenido muy buenos acompañantes espirituales, pero ninguno de ellos me puede ayudar ahora. En sánscrito la palabra es kalyanamitra, la palabra refiere a una persona que ha caminado el camino, que va delante de ti, que es cercano como tu amigo.
El asunto es que sigo creciendo, y los que fueron mis kalyanamitras han quedado detrás…

Me quedé un párrafo más escribiendo, frustrada. Sí me di cuenta que empezaba a enredarme en mi enorme ego creyendo que nadie podría ayudarme más que un verdadero santo: “¡porque soy una practicante taaan avanzada, ¡bueno! casi una iluminada, una santa…!” Entonces dejé el teclado, noté la enfermedad, pero mi mente siguió por ese camino tratando de no dar evidencias de mi imperfección, de mi cara fea, de mi deformidad en donde alguien más pudiera verla.

En la noche entre en oración como todas las noches, esperando al menos un consuelo en mi confusión y mi agitación interna, un descanso. Y saqué la bitácora después de un rato para consultar con el maestro. – Rabbi-, comencé a escribir, y la cachetada espiritual no se hizo esperar. Me acorde de estas palabras, más o menos, “Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos, dice el Señor. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos.(Is. 55, 7-9)

Los maestros espirituales ahí están, mi maestro, mi rabbi, está presente. Los maestros no se van, no nos dejan, y eso no es una metáfora, es una bendición factual. Tanto así que el punto en el que estoy es por mi rabbi. La fuerza y la dirección la recibo también de él, y esta vez de todo mi consejo de maestros. A través de mi maestro Anselm Grün en el libro Los padres del desierto, he tenido la fortuna de conocer al padre Evagrio. Él me enseñó cómo luchar con los demonios internos, cómo luchar contra los pensamientos destructores. El asunto es luchar, no dejarse vencer creyendo que uno es víctima de todo lo que le pasa en la cabeza. Puedo dejar que los pensamientos vengan y analizar a dónde me llevan, y luego de comprender esto, desechar los que no me sirven, ya no necesito mirarlos, sólo mantenerlos fuera. Donde hay odio hay también amor, dónde hay miedo hay también confianza, yo elijo dónde colocarme y nutro lo que quiero tener. En vez de rendirme al miedo, nutro mi confianza. Las jaculatorias son excelentes armas para estas batallas. Así que, siguiendo su consejo, realice mi jaculatoria, y saqué un montón de ideas que me ayudarían a vencer.

Al final recibí mi cachetada espiritual, incluso mi abuelo se sonreía desde el marco en la pared cuando puse el dedo en el verdadero problema: mi soberbia, mi orgullo. Mis maestros son muchos, de carne y de espíritu. Mis maestros me enseñan la lección de humildad, tarea que parece para mí maratónica, pues oscilo entre la autoestima herida y el ego hinchado, creyéndome más o creyéndome menos. Tengo un problema de ubicación. Me ponen de rodillas, pues deseo seguir a mi rabbi, y mis capacidades, descubrimientos y crecimiento me nublan, y “quien no tiene humildad, no puede tener tampoco a Dios”. Me corrigen a bofetones cuando no quiero escuchar, pero soy tan necia que sólo así parezco entender. Gracias a todos mis kalyanamitras que me guían de tantas maneras, venciendo mis resistencias en distintas voces, voces de espíritu divino. Por todo gracias.



viernes, 20 de marzo de 2015

Estoy aquí.


Pensé que había una verdad detrás de un velo invisible que bloqueaba mi vista y el cual no podía siquiera ver. Yo pensé y esperaba que llegara el día en que todo fuera claro y prístino, y lo que vieran entonces mis ojos fuera… fuera diferente de lo que veo ahora, como si entonces pudiera ver colores, sombras, brochazos de luz; casi el sentido de la vida en movimiento frente a mí, puesto y repartido en todos los objetos y personas que me rodean. Estaba dispuesta a empeñar todo lo que tengo ahora, así como todo lo que tuve y tendré, por el medio para obtener la certeza de que al final lo lograría, que al final comprendería y que mi sacrificio tendría sentido: Habría ganado ver y ser parte de La Verdad. Creía que un día entendería La Verdad, que caería el velo y entonces ya no habría para mí más miedo, más incertidumbre, más confusión, ni nada de lo que constantemente me atormenta. Pensé que ganaría con mi esfuerzo aceptarlo todo, comprenderlo todo, aceptar mi destino, mi persona, a los demás, conseguir un estado inalterable, perfecto, final, estado búdico de bienestar, mística santa y completa comprensión.



                Ya no espero más que caiga un velo, ya no creo hay un velo, ya no creo esté separada y dividida lejos de místicos y santos. Ahora hay una preeminencia de lo inmanente; detrás de la señora que pide dinero, no veo el sentido de su pobreza, veo a la señora que pide dinero, detrás del joven que estudia, no veo el sentido de su esfuerzo, sólo veo al joven que estudia, detrás de la muerte no veo el sentido, veo la muerte, y detrás del nacimiento, no veo el sentido, veo el nacimiento. El trascendente existe, sí, cocido a tierra, presente, con facilidad de preguntarle con una sonrisa ¿Y tú cómo estás? y que responda millones de cosas diferentes en millones de bocas de personas y en imágenes de objetos y animales.  Tal vez el velo que debía caer era la creencia del velo, era este pensamiento fantástico en el que gustaba fugarme. Me evadía, ahora mi mundo está hecho moronas y veo las moronas, y me parece que son buenas, pero son moronas también.

Si fue un velo que cayó, se me fue resbalando por los años y ni me di cuenta, quizás era más como una telaraña enredada en mis pestañas y mi mente, ni siquiera muy enredada.

Quiero estar aquí, presente, viendo. Trascendente o inmanente quiero estar aquí, en este momento, porque aquí estoy, no en otros mundos, no en otros estados de conciencia. Estoy aquí, y aquí quiero estar. No sé qué significa estar aquí, ni qué es aquí, quizás mañana las cosas sean distintas y vea distinto, y entienda otras cosas, pero hoy es claro y prístino: estoy aquí. No es esto un sueño del que debo despertar, no es esto un laberinto del que debo escaparme, no es esto una mentira que esconde una verdad profunda… Estoy aquí, eso hay, aquí parece ser que me gusta mucho, estoy aquí, aquí quiero estar.


    




Estoy contenta, estoy triste, y estoy ahorita respirando y disfrutando del fresco día lluvioso. ¿Cómo estás? Estoy contenta, estoy triste, y ahorita respirando y disfrutando del fresco día lluvioso.

miércoles, 7 de enero de 2015

Los lenguajes de Dios

El sermón de Gari este domingo fue uno bueno. Dijo que Kepler había observado una gran estrella conformada por Júpiter, Saturno y la constelación de Piscis. Esa gran unión de estrellas quizás fue la estrella que en el año 6 antes de Cristo pudo haber guiado a los reyes al pesebre de Jesús. Finalmente, Júpiter, es el astro rey, Saturno, el planeta que representa a Palestina y la constelación de Piscis, la constelación del mesías. Dijo después que no tenía nada de escandalizante el pensar que la ciencia y la tradición coincidan. Gari dijo que Dios habla los lenguajes que los hombres pueden entender, que aún hoy Dios nos habla en nuestros lenguajes, por medio de las personas y la causalidad de los sucesos. Aunque para escuchar lo que Dios nos dice es necesario creer.

                No creo que Gari supiera lo esotérico de su sermón, sin embargo, a mi me pareció muy adecuado y muy contundente. Justo mientras escuchaba las lecturas de misa sentada atrás con mi perro, pensaba en la pregunta que constantemente me hago y le hago a Dios: “¿Qué quieres de mí?”. Y cómo me respondió mi madre cuando se lo comentaba en la tarde, yo también pensé que la respuesta era obvia: “Quiero que seas feliz”. Y justo ese es el problema, esa no es la respuesta que quiero, porque cuando pregunto “¿Qué quieres de mí?” espero algo más específico. Y llevo esperando la respuesta de Dios desde hace tiempo, con una sincera disposición a obedecer en cuanto la respuesta se haga evidente, obedecer sin importar los costos ni las condiciones. ¡Qué conveniente para mí! Puedo no hacer nada por mis hermanos ni por nadie mientras Dios no abra el cielo y me diga de un grito de qué forma quiere que yo sirva y funcione. No, la pregunta, pensé entonces, es: “¿Cómo le vamos a hacer? ¿Cómo vamos a armar el plan de mi propio proyecto de felicidad para que encaje en tu plan de la felicidad de muchos más? ¿Cómo puedo ubicarme en el mundo por mí y por los demás? ¿Cuál es la mejor forma de armar este rompecabezas?” Es una pregunta más complicada, pero es la pregunta correcta, la que corresponde. Lo que estaba detrás de la pregunta ¿qué quieres de mí?, era le necesidad de responderle: “manda, que no importa lo que desees yo lo haré”. Esa parte ya está, ahora es momento de ejecutar, o al menos planear cómo ejecutar mis promesas.
             
  Dios ha respondido y yo también, al menos la primera pregunta, pero queda ahora la segunda a la que me confío a su inspiración. Tengo mucho miedo, me solté a no buscar armar yo mi vida y mis seguridades, a no buscar cómo hacerme del dinero, de la belleza, del poder y la fama necesarias para tener una vida satisfactoria, a no buscar planear sola y mejor aventurarme a entrar al plan de Dios, donde nadie sale victorioso completamente, donde por más que se barra el sufrimiento y el sin sentido, siempre queda algo, no se puede vencer completamente. Tengo miedo, parece que ya estoy pagando el costo, ¿cómo se mantiene a una familia siguiendo a Cristo? ¿Qué explicaciones voy a dar a mi pareja cuando no tenga dinero para mí, ni para él ni para nadie? El costo puede ser demasiado alto y aún así no renuncio a mi nueva resolución.

Comparto que estoy en este discernimiento de entender cómo colocar las piezas que Dios me dio: mis capacidades, mis habilidades, mis deseos y mis sueños. No le encuentro aún la forma al rompecabezas- ¿cómo puedo compartir lo que soy?, ¿cómo puedo servir con lo que soy?. Mis talentos especiales son escribir, meditar, el silencio, la contemplación, la disciplina y el autoconocimiento, habilidades sociales tengo muy pocas, y menos deseos de incrementarlas. Soy una amante devota, pero con una atención limitada a pocos, a mis mejores amigos, a mi familia y sobre todo a mi pareja, no puedo construir relaciones "express", ni sentirme cómoda con personas que recién conozco, ni siquiera sé hablar... ¿Cómo le vamos a hacer, señor? ¿Cómo trazar este plan? Habla con mis lenguajes que estaré atenta.

Me siento angustiada, entro en los terrenos peligrosos del discernimiento con trampas de todo tipo que pueden amenazar hasta lo ya ganado, que es la respuesta a la primera pregunta, el entendimiento de que lo que persigo primero es mi propia felicidad para no hacer de mí vida un triste martirio. No quiero perder nada, pero debo comprender qué sacrificios son posibles y cuáles impensables. Definitivamente pondré todas mis ganas en armar mi vida pero espero que Tú también te hagas responsable, porque Tú puedes ver con amplitud y estoy segura harás un poco de trampa para que yo no tropiece y pueda encontrar con velocidad cómo encajar este rompecabezas.